Annapurna fue el primer ochomil en ser escalado. Es la décima montaña mas alta del planeta Tierra, pero de las más difíciles para llegar a la cima. En sánscrito, es el nombre de la diosa de la abundancia, si bien se considera que en torno a la montaña orbita una especie de maldición: un nombre divino para la expedición más peligrosa.
Annapurna también es el nombre del cuarteto vallisoletano-murciano que hoy se presenta ante el mundo. Tienen la misma actitud desafiante, toman los mismos riesgos y, a la vez, producen la misma sensación de extraña tranquilidad: como la de observar una escultura demoledora que lleva en el mismo lugar durante milenios. Con esa dualidad entre lo majestuoso y lo desafiante, Annapurna aparece con “Domingo”. Su primer single es una canción que grita contra todo lo que dejamos atrás por nuestras propias decisiones, contra la incertidumbre que nos paraliza y el vértigo de pasar página. Guitarras urgentes, melodías que golpean como ráfagas de viento en la cima y una energía visceral construyen un tema de intensidad envolvente, donde las influencias de J-rock, pop-punk e indie alternativo se fusionan con un lirismo cargado de nostalgia.
Con infuencias comoViva Belgrado, Cala Vento, tricot o toe, el cuarteto apuesta por una fuerza rítmica que oscila entre lo etéreo y lo demoledor. Cada acorde es un eco de algo que se derrumba y algo que renace. La banda construye una atmósfera cargada de tensión emocional, punteos precisos e inestabilidad, como un detonador en mitad de una cumbre rocosa.
“Domingo” es el reflejo de la resiliencia ante lo incierto, de la capacidad de levantarse tras la caída. Es el primer single de un EP debut que verá la luz muy pronto. Escalar es difícil, pero ellos ya han clavado su bandera.
Se dice que el Annapurna es la montaña más letal del planeta. Su cima, a más de ocho mil metros de altura, es un desafío reservado para unos pocos. Intentar escalarla es enfrentarse al frío y a la incertidumbre. Hacer música y querer que importe y que trascienda es un poco lo mismo. Es aceptar que, en ocasiones, en el camino hay más caídas que ascensos. Pero también es entender que, si lo consigues, la vista desde arriba lo cambia todo.
Annapurna no se llamaba así la primera vez que surgió la idea. De hecho, no tuvo nombre, ni forma, hasta mucho tiempo después. Ese origen puede remontarse a 2015, o quizá 2016, cuando Álvaro solía asistir a los conciertos de Decembird (2015-2019), antiguo grupo de Mike y Adri, en la penumbra de aquellas pequeñas y abarrotadas salas en el centro de Murcia. La idea de un proyecto común golpeó a Álvaro, que por aquel entonces se lo comentó a Mike solo con la levedad de quien tiene toda la vida por delante. Esa vida siguió con su habitual ruido de fondo, y aquello quedó enredado en su cabeza como una melodía que no termina de desvanecerse. Compañeros de carrera y grandes amigos, ambos siguieron compartiendo vivencias e influencias durante toda su etapa universitaria, aunque aquella idea no llegase a cristalizar.
En la primavera de 2022, recién acabada la carrera, los dos se mudan a Madrid por motivos profesionales. Durante ese primer año disminuye su contacto, abrumados por sus nuevas y frenéticas vidas. En la vida de Mike aparece Valín, que también acaba de aterrizar en la capital y con el que comienza a compartir piso. Ambos entablan una rápida y profunda amistad a golpe de influencias e intereses comunes. Muchas horas tocando sus guitarras en aquel sofá, buscando formas de dar voz a sus dilemas y a esas encrucijadas vitales ya no tan juveniles.
Un año después, en una de esas casualidades que se dan en las tardes de domingo, Álvaro, Mike y Jorge coinciden tomando una cerveza en un encuentro con amigos, bajo el abrasador sol del verano madrileño. Tras hablar un rato sobre música y recordar con nostalgia aquellos proyectos pendientes, quedan para pasar una tarde tocando la guitarra en casa de Álvaro, versionando a sus grupos favoritos. Y, a los pocos días, aquel encuentro sucedió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario