Ay, el amor. Hay un punto gamberro en ‘Ángeles y demonios’, empleando el mismo juego palabras que el de “jamón-jamón-ja-mon-ja...” cuando éramos críos, aquí convertido en pura pulsión sexual: “Me dan ganas de correr, me dan ganas de correr, me...”. La canción aborda la eterna cuestión del deseo y la fruta prohibida. Y no menos traviesa resulta ‘Humo’, con su visión sarcástica de los tiempos que corren en esta sociedad materialista y aspiracional, que construye ídolos vacíos y catapulta cada día nuevas deidades con el fin del consumo rápido. Frente al turbocapitalismo, Eskorzo señalan la farfolla en un trepidante afro-kuduro rap al estilo de los nazaries. Los granadinos contagian ese espíritu de superación en la cumbia fronteriza ‘7 vientos’. “Fuerza para vivir”, que decía el futbolista Donato en los noventa. No les falta razón. Esta canción fue la primera que surgió de todo el lote, en plena pandemia y en aquellos días de confinamiento. Ellos, que son una piña, tuvieron que trabajar entonces forzosamente distanciados. De esta manera apelan a mantenerse unidos.
Unidos y emocionando, como ocurre en ‘Una mota de polvo’. Una base de early reggae que sirve para cantar con total sentimiento a una madre con Alzheimer. Audaces elaboradores de sonidos globales, Eskorzo se reconcilian con sus inicios y, a la vez, abren compuertas al futuro. Este pensamiento asoma al escuchar ‘Solo vine a decirte’, cumbia cósmica fusionada con electrónica y raggamuffin. “En la vida las personas vienen y van. La vida también es una despedida constante. Y hay que saber dejarlas atrás, porque de lo contrario el pasado es un lastre”, sostiene Tony Moreno. Con una última certeza: “Amar a la gente que quieres: ese es el sentido de la vida”. |
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